- ¿Qué
es lo mejor de la vida, Conan?
- Lo mejor de la vida es matar a los que hacen malas
películas sobre mí, arrancar las entrañas a esos ejecutivos de Hollywood,
violar a sus mujeres y mearme en la tapicería de sus coches de lujo.
Antes de nada, debo aclarar que
tengo algunas reservas sobre la versión de Conan el Bárbaro que John Milius
dirigió en nuestro país a principios de los ochenta. En parte, porque me parece
un poco demasiado larga y con problemas de ritmo, pero sobre todo porque altera
los orígenes del personaje titular, convirtiéndolos en una típica historia de
venganza. Tanto el Conan de Robert E. Howard como el de los cómics clásicos de
Marvel (y los más recientes de Dark Horse) se marchan de su aldea en busca de
aventuras, espoleados por las historias de su abuelo Cormac sobre los viajes
que él mismo hizo en su juventud. Milius, quien se autodefine como un
“anarquista de derechas” - otros lo llaman simplemente “facha” -, lleva la
historia de Conan a su terreno, haciendo que el villano Thulsa Doom (James Earl
Jones) destruya la aldea del Cimmerio, mate a sus padres y le venda como
esclavo. No se puede negar que, desde el punto de vista del guión - además de
director, Milius es un reputado guionista -,
el cambio le da a nuestro bárbaro favorito un objetivo más claro que la
simple sed de aventuras, a la vez que permite integrar en éstas el viaje
iniciático del personaje. Lo que ya es más caprichoso son las varias
alteraciones que sufren algunos personajes secundarios. Thulsa Doom, por
ejemplo, fue creado por Howard como un enemigo de Kull el Conquistador,
personaje similar a Conan, pero que vivió siglos antes en la Edad Hyboria. Lo más
curioso es que el Doom de la película se parece mucho más al verdadero gran
enemigo de Conan, el hechicero Thoth-Amon (cuya presencia en el título de este
artículo habla por sí misma). Valeria (Sandahl Bergman) aparece en la historia
original de Howard Clavos Rojos (Red Nails), que fue
magníficamente adaptada por Marvel en dos números de La Espada Salvaje
de Conan. Allí no es una ladrona, sino que pertenece a la Roja Hermandad
(de piratas) y aunque existe una evidente atracción entre ambos, nunca llega a
ser el gran amor de Conan. Ese puesto está reservado para Belit, quien aparece
en otra historia original de Howard, titulada La Reina de la Costa Negra (Queen
of the Black Coast). Dicha historia dio lugar a un extensísimo arco en la
colección original de Marvel, el cual hoy en día goza de merecida fama entre
los aficionados al cómic. Es Belit y no Valeria quien dice aquello de “Si yo
muriera y tú estuvieras a las puertas de la muerte, yo volvería para salvarte”
y efectivamente cumple su promesa. A pesar de todo, no se puede negar que Milius
muestra un gran respeto tanto hacia Conan como hacia su mundo, dotando de
profundidad a los personajes y regalándonos momentos tan inolvidables como
aquél de “Crom, nunca te había rezado antes...”. Supongo que, como
Estadounidense de pro, el director debió conectar con la historia de un hombre
hecho a sí mismo, que surge de la nada y llega a ser rey “por sus propios
medios”, liquidando de paso a todos sus enemigos. Nada extraño, si tenemos en
cuenta que, salvo por la ambientación y los elementos fantásticos, Conan el
Bárbaro podría ser perfectamente un western, el género americano por
excelencia.
Todo lo anterior viene a cuento a la
hora de dar mi opinión sobre el nuevo Conan, dirigido por el alemán
Marcus Nispel. A priori, este proyecto tenía un gran potencial. Desde que hace
algo más de una década triunfaran películas como Gladiator o la saga El
Señor de los Anillos, el género épico y la fantasía heroica han vuelto para
quedarse, ayudados por las nuevas tecnologías digitales, capaces de crear
mundos y criaturas como nunca se habían visto antes. O al menos, cuando se usan
bien, porque a veces nos toca sufrir cosas como Furia de Titanes (casualmente,
otro remake). También se habría la puerta a una adaptación más fiel del
personaje, lo que de paso hubiera permitido sacudirse de encima la alargada
sombra de Milius y del Tito Chuache. Por una vez, estábamos ante un reinicio (o
reboot, como dicen en Hollywood), con posibilidades reales de servir
para algo...
Pero no. El resultado final es
básicamente un episodio largo de Hércules: Sus Viajes Legendarios con
violencia explícita y tetas. Si por lo menos fuera un episodio largo de Xena:
La Princesa Guerrera
con los mismos añadidos, la cosa tendría un pase - Xena siempre me
pareció con diferencia la mejor de ambas series. Por desgracia, aquí sólo se trata
de copiar malamente a Milius, reincidiendo en la destrucción de la aldea de
Conan y el asesinato del padre (ésta vez, la madre muere dando a luz en el
prólogo), ahora por obra de un nuevo villano, Khalar
Zym (Stephen Lang, un poco encasillado desde Avatar). Éste, junto
a su hija, la hechicera Marique (Rose McGowan, quien gracias a los dioses nunca
protagonizó aquel proyecto de Robert Rodríguez sobre Red Sonja),
pretende reunir los fragmentos de una antigua máscara que le permitirá
convertirse en un dios, dominar el mundo y resucitar a su difunta esposa (no
recuerdo si en este orden, pero da igual). Para ello necesita también la sangre
de la única descendiente pura de Acheron, Tamara (la cara pija y sin carisma
Rachel Nichols, que por supuesto usa una doble de cuerpo para follar con
Conan). A partir de ahí, todo es repetir la formula “Protas llegan a tal
sitio-luchan con alguien-se van a otro sitio”, hasta que llega el tercer acto y
ocurre algo extremadamente original, nunca visto en una peli de aventuras: La
chica es raptada por los malos y el prota debe rescatarla antes de que la
sacrifiquen. ¿A que os ha pillado por sorpresa? Pues el resto del guión es así,
escrito con el mismo programa informático que utiliza Dan Brown para reciclar
giros argumentales. Todo esto y la plana dirección de Nispel es lo que le da al
relato un tono tan televisivo (en el mal sentido del término). Nada raro,
puesto que tras fracasar hace unos años con El Guía del Desfiladero, el
único logro de este director ha sido el de hacer que Julianna Guill se desnudara
en el remake (otro más) de Viernes 13. En la lado positivo, hay
que reconocer que las escenas de acción están más o menos bien rodadas, ya que
te enteras de lo que pasa (algo cada vez más difícil hoy en día), pero ninguna
resulta emocionante. Eso sí, como dice un conocido mío, todos los que mueren en
el cine de un espadazo deben sufrir hipertensión, porque cuando les hieren,
siempre surge un chorro de sangre. Los exteriores, rodados en Rumanía, no están
mal y algunos paisajes digitales funcionan muy bien (otros, en cambio, cantan
bastante), pero jamás se logra transmitir lo que uno siente cuando lee
cualquier buen cómic de Conan (y eso que hay muchos). Me refiero a la sensación
de ser transportado a un mundo exótico y fascinante para vivir una gran aventura,
como la que tuvisteis al ver por primera vez En Busca del Arca Perdida.
¿La recordáis? Si la respuesta es no, lo lamento sinceramente. Y si nunca la
habéis tenido, os recomiendo que veáis a un psiquiatra.
Respecto a Jason Momoa como Conan,
la verdad es que no lo hace mal. Como mínimo, consigue crear su propia versión
del personaje, más sonriente y menos estoica que la del Tito Chuache. Ninguno
de los dos ha sido nunca un gran actor - algunos ni les llamarían actores -,
pero se nota que Momoa tenía más tablas en 2010 - gracias a Stargate: Atlantis,
porque Juego de Tronos la rodó después - de las que tenía Arnie en 1981.
Ron Perlman tampoco está mal como el padre de Conan, aunque el guión no le da
gran cosa que hacer. Por cierto que Perlman prestó supuestamente su voz al
propio Cimmerio en una película de animación que adaptaba la ya mencionada
historia Red Nails. Digo “supuestamente” porque el proyecto lleva
estancado algunos años y no esta muy claro si llegó a completarse o no. Tal vez
nunca lo veamos. Y puesto que ha funcionado mal en taquilla, tampoco creo que
veamos una secuela de este Conan, salvo que se produzca directamente
para DVD y con un presupuesto más reducido.
¿Vosotros os jugaríais la vida por esto?
Ya que hablamos de secuelas, quizá
algunos os preguntéis si esta versión es mejor o peor que Conan el
Destructor o El Guerrero Rojo (Red Sonja). Lo cierto es que
hace años que no he vuelto a ver la primera. Coincido con casi todo el mundo en
que está por debajo del original de Milius, en parte por el empeño del
productor Dino de Laurentis en hacer un producto para todos los públicos.
También comete el grave error de reemplazar al carismático secundario Subotai
(Gerry Lopez) por el molesto desahogo cómico Malak (Tracey Walter). Aún así,
creo que el resultado es algo superior a Conan 2011, porque al
menos transmite un poquito de esa sensación especial a la que me refería antes.
Claro que hubiera transmitido mucha más si se hubiera ceñido al guión original
de Roy Thomas y Gerry Conway, quienes unos años después lo publicaron en forma
de cómic con el título Conan: The Horn of Azoth. Os recomiendo que lo
leáis si tenéis ocasión, pues contiene varias ideas interesantes, empezando por
una trama secundaria en la que Conan mata al líder de un grupo de sacerdotes y
se ve obligado a llevarse consigo a su hijo, quien jura matarle por haber dado
muerte a su padre. De este modo, el Bárbaro se encuentra en el lado equivocado
del mismo conflicto que él vivió en la película original. En cuanto a El
Guerrero Rojo... Bueno, aún hay muchos a los que les entra la risa
con sólo recordar a Brigitte Nielsen como Red Sonja. A eso hay que añadir otro
cambio de identidades aún más confuso que el de la película original, pues el
Tito Chuache no interpreta a Conan, sino a un clon suyo llamado Kalidor, y
Sandahl Bergman regresa no como Valeria, sino como la reina Gedren, villana de
la función. Si a esto añadimos un guión demencial y un nivel de producción
digno de cualquier subproducto italiano tipo Ator el Poderoso, no cabe
duda que esta peli si es peor que el nuevo Conan.
En resumen, se ha perdido una gran
oportunidad para alegrar a los aficionados al cine de aventuras y a los fans de
Conan en particular. Lo peor es que, tras este fracaso, no creo que nuestro
amigo Cimmerio vaya a volver a asomarse a la pantalla grande ni a corto ni a
medio plazo. Quizá en esto se me note la edad (tengo 39 tacos), pero me temo
que no podía ser de otra forma. Conan es un personaje de otros tiempos, que
encarna unos valores muy devaluados en el mundo de hoy en día: La sed de
aventuras, el respeto a un código de honor personal y el llegar a ser alguien a
través del propio esfuerzo. Intentad venderle eso a una audiencia cautivada por
Sávame, Gran Hermano, o la saga Crepúsculo. Pero quién sabe.
Quizá algún día, cuando nuestra Aquilonia contemporánea más lo necesite, Conan
vuelva para salvarla. Y entonces rodarán algunas cabezas. Yo ya tengo hecha mi
lista, por cierto.