martes, 28 de febrero de 2012

'Conan el Bárbaro 2011', escrita, producida y dirigida por Thoth-Amon.


- ¿Qué es lo mejor de la vida, Conan?
- Lo mejor de la vida es matar a los que hacen malas películas sobre mí, arrancar las entrañas a esos ejecutivos de Hollywood, violar a sus mujeres y mearme en la tapicería de sus coches de lujo.

            Antes de nada, debo aclarar que tengo algunas reservas sobre la versión de Conan el Bárbaro que John Milius dirigió en nuestro país a principios de los ochenta. En parte, porque me parece un poco demasiado larga y con problemas de ritmo, pero sobre todo porque altera los orígenes del personaje titular, convirtiéndolos en una típica historia de venganza. Tanto el Conan de Robert E. Howard como el de los cómics clásicos de Marvel (y los más recientes de Dark Horse) se marchan de su aldea en busca de aventuras, espoleados por las historias de su abuelo Cormac sobre los viajes que él mismo hizo en su juventud. Milius, quien se autodefine como un “anarquista de derechas” - otros lo llaman simplemente “facha” -, lleva la historia de Conan a su terreno, haciendo que el villano Thulsa Doom (James Earl Jones) destruya la aldea del Cimmerio, mate a sus padres y le venda como esclavo. No se puede negar que, desde el punto de vista del guión - además de director, Milius es un reputado guionista -,  el cambio le da a nuestro bárbaro favorito un objetivo más claro que la simple sed de aventuras, a la vez que permite integrar en éstas el viaje iniciático del personaje. Lo que ya es más caprichoso son las varias alteraciones que sufren algunos personajes secundarios. Thulsa Doom, por ejemplo, fue creado por Howard como un enemigo de Kull el Conquistador, personaje similar a Conan, pero que vivió siglos antes en la Edad Hyboria. Lo más curioso es que el Doom de la película se parece mucho más al verdadero gran enemigo de Conan, el hechicero Thoth-Amon (cuya presencia en el título de este artículo habla por sí misma). Valeria (Sandahl Bergman) aparece en la historia original de Howard Clavos Rojos (Red Nails), que fue magníficamente adaptada por Marvel en dos números de La Espada Salvaje de Conan. Allí no es una ladrona, sino que pertenece a la Roja Hermandad (de piratas) y aunque existe una evidente atracción entre ambos, nunca llega a ser el gran amor de Conan. Ese puesto está reservado para Belit, quien aparece en otra historia original de Howard, titulada La Reina de la Costa Negra (Queen of the Black Coast). Dicha historia dio lugar a un extensísimo arco en la colección original de Marvel, el cual hoy en día goza de merecida fama entre los aficionados al cómic. Es Belit y no Valeria quien dice aquello de “Si yo muriera y tú estuvieras a las puertas de la muerte, yo volvería para salvarte” y efectivamente cumple su promesa. A pesar de todo, no se puede negar que Milius muestra un gran respeto tanto hacia Conan como hacia su mundo, dotando de profundidad a los personajes y regalándonos momentos tan inolvidables como aquél de “Crom, nunca te había rezado antes...”. Supongo que, como Estadounidense de pro, el director debió conectar con la historia de un hombre hecho a sí mismo, que surge de la nada y llega a ser rey “por sus propios medios”, liquidando de paso a todos sus enemigos. Nada extraño, si tenemos en cuenta que, salvo por la ambientación y los elementos fantásticos, Conan el Bárbaro podría ser perfectamente un western, el género americano por excelencia.


            Todo lo anterior viene a cuento a la hora de dar mi opinión sobre el nuevo Conan, dirigido por el alemán Marcus Nispel. A priori, este proyecto tenía un gran potencial. Desde que hace algo más de una década triunfaran películas como Gladiator o la saga El Señor de los Anillos, el género épico y la fantasía heroica han vuelto para quedarse, ayudados por las nuevas tecnologías digitales, capaces de crear mundos y criaturas como nunca se habían visto antes. O al menos, cuando se usan bien, porque a veces nos toca sufrir cosas como Furia de Titanes (casualmente, otro remake). También se habría la puerta a una adaptación más fiel del personaje, lo que de paso hubiera permitido sacudirse de encima la alargada sombra de Milius y del Tito Chuache. Por una vez, estábamos ante un reinicio (o reboot, como dicen en Hollywood), con posibilidades reales de servir para algo...
            Pero no. El resultado final es básicamente un episodio largo de Hércules: Sus Viajes Legendarios con violencia explícita y tetas. Si por lo menos fuera un episodio largo de Xena: La Princesa Guerrera con los mismos añadidos, la cosa tendría un pase - Xena siempre me pareció con diferencia la mejor de ambas series. Por desgracia, aquí sólo se trata de copiar malamente a Milius, reincidiendo en la destrucción de la aldea de Conan y el asesinato del padre (ésta vez, la madre muere dando a luz en el prólogo), ahora por obra de un nuevo villano, Khalar Zym (Stephen Lang, un poco encasillado desde Avatar). Éste, junto a su hija, la hechicera Marique (Rose McGowan, quien gracias a los dioses nunca protagonizó aquel proyecto de Robert Rodríguez sobre Red Sonja), pretende reunir los fragmentos de una antigua máscara que le permitirá convertirse en un dios, dominar el mundo y resucitar a su difunta esposa (no recuerdo si en este orden, pero da igual). Para ello necesita también la sangre de la única descendiente pura de Acheron, Tamara (la cara pija y sin carisma Rachel Nichols, que por supuesto usa una doble de cuerpo para follar con Conan). A partir de ahí, todo es repetir la formula “Protas llegan a tal sitio-luchan con alguien-se van a otro sitio”, hasta que llega el tercer acto y ocurre algo extremadamente original, nunca visto en una peli de aventuras: La chica es raptada por los malos y el prota debe rescatarla antes de que la sacrifiquen. ¿A que os ha pillado por sorpresa? Pues el resto del guión es así, escrito con el mismo programa informático que utiliza Dan Brown para reciclar giros argumentales. Todo esto y la plana dirección de Nispel es lo que le da al relato un tono tan televisivo (en el mal sentido del término). Nada raro, puesto que tras fracasar hace unos años con El Guía del Desfiladero, el único logro de este director ha sido el de hacer que Julianna Guill se desnudara en el remake (otro más) de Viernes 13. En la lado positivo, hay que reconocer que las escenas de acción están más o menos bien rodadas, ya que te enteras de lo que pasa (algo cada vez más difícil hoy en día), pero ninguna resulta emocionante. Eso sí, como dice un conocido mío, todos los que mueren en el cine de un espadazo deben sufrir hipertensión, porque cuando les hieren, siempre surge un chorro de sangre. Los exteriores, rodados en Rumanía, no están mal y algunos paisajes digitales funcionan muy bien (otros, en cambio, cantan bastante), pero jamás se logra transmitir lo que uno siente cuando lee cualquier buen cómic de Conan (y eso que hay muchos). Me refiero a la sensación de ser transportado a un mundo exótico y fascinante para vivir una gran aventura, como la que tuvisteis al ver por primera vez En Busca del Arca Perdida. ¿La recordáis? Si la respuesta es no, lo lamento sinceramente. Y si nunca la habéis tenido, os recomiendo que veáis a un psiquiatra.


 
            Respecto a Jason Momoa como Conan, la verdad es que no lo hace mal. Como mínimo, consigue crear su propia versión del personaje, más sonriente y menos estoica que la del Tito Chuache. Ninguno de los dos ha sido nunca un gran actor - algunos ni les llamarían actores -, pero se nota que Momoa tenía más tablas en 2010 - gracias a Stargate: Atlantis, porque Juego de Tronos la rodó después - de las que tenía Arnie en 1981. Ron Perlman tampoco está mal como el padre de Conan, aunque el guión no le da gran cosa que hacer. Por cierto que Perlman prestó supuestamente su voz al propio Cimmerio en una película de animación que adaptaba la ya mencionada historia Red Nails. Digo “supuestamente” porque el proyecto lleva estancado algunos años y no esta muy claro si llegó a completarse o no. Tal vez nunca lo veamos. Y puesto que ha funcionado mal en taquilla, tampoco creo que veamos una secuela de este Conan, salvo que se produzca directamente para DVD y con un presupuesto más reducido.

¿Vosotros os jugaríais la vida por esto?

            Ya que hablamos de secuelas, quizá algunos os preguntéis si esta versión es mejor o peor que Conan el Destructor o El Guerrero Rojo (Red Sonja). Lo cierto es que hace años que no he vuelto a ver la primera. Coincido con casi todo el mundo en que está por debajo del original de Milius, en parte por el empeño del productor Dino de Laurentis en hacer un producto para todos los públicos. También comete el grave error de reemplazar al carismático secundario Subotai (Gerry Lopez) por el molesto desahogo cómico Malak (Tracey Walter). Aún así, creo que el resultado es algo superior a Conan 2011, porque al menos transmite un poquito de esa sensación especial a la que me refería antes. Claro que hubiera transmitido mucha más si se hubiera ceñido al guión original de Roy Thomas y Gerry Conway, quienes unos años después lo publicaron en forma de cómic con el título Conan: The Horn of Azoth. Os recomiendo que lo leáis si tenéis ocasión, pues contiene varias ideas interesantes, empezando por una trama secundaria en la que Conan mata al líder de un grupo de sacerdotes y se ve obligado a llevarse consigo a su hijo, quien jura matarle por haber dado muerte a su padre. De este modo, el Bárbaro se encuentra en el lado equivocado del mismo conflicto que él vivió en la película original. En cuanto a El Guerrero Rojo... Bueno, aún hay muchos a los que les entra la risa con sólo recordar a Brigitte Nielsen como Red Sonja. A eso hay que añadir otro cambio de identidades aún más confuso que el de la película original, pues el Tito Chuache no interpreta a Conan, sino a un clon suyo llamado Kalidor, y Sandahl Bergman regresa no como Valeria, sino como la reina Gedren, villana de la función. Si a esto añadimos un guión demencial y un nivel de producción digno de cualquier subproducto italiano tipo Ator el Poderoso, no cabe duda que esta peli si es peor que el nuevo Conan.


            En resumen, se ha perdido una gran oportunidad para alegrar a los aficionados al cine de aventuras y a los fans de Conan en particular. Lo peor es que, tras este fracaso, no creo que nuestro amigo Cimmerio vaya a volver a asomarse a la pantalla grande ni a corto ni a medio plazo. Quizá en esto se me note la edad (tengo 39 tacos), pero me temo que no podía ser de otra forma. Conan es un personaje de otros tiempos, que encarna unos valores muy devaluados en el mundo de hoy en día: La sed de aventuras, el respeto a un código de honor personal y el llegar a ser alguien a través del propio esfuerzo. Intentad venderle eso a una audiencia cautivada por Sávame, Gran Hermano, o la saga Crepúsculo. Pero quién sabe. Quizá algún día, cuando nuestra Aquilonia contemporánea más lo necesite, Conan vuelva para salvarla. Y entonces rodarán algunas cabezas. Yo ya tengo hecha mi lista, por cierto.