No, no los hay. Una
historia como esta necesitaba mucha más violencia y mala leche de
las que el estudio (Lionsgate) estaba dispuesto a permitirse. Admito
que no he leído las novelas originales de Suzanne Collins, pero
quienes si lo han hecho coinciden en que tienen momentos bastante
brutales. Para los que hayáis estado en coma o atrapados en una isla
desierta durante las últimas semanas, la historia transcurre en un
futuro en el que la nación de Panem (se supone que lo que una vez
fue Estados Unidos, aunque la peli tampoco lo deja muy claro) está
dividida entre el Capitolio y otros 12 distritos bajo su control.
Como castigo por una insurrección contra el Capitolio sucedida
tiempo atrás, cada distrito debe elegir anualmente por sorteo a un
chico y a una chica de entre 12 y 18 años y entregarlos como
“tributos” para que compitan en los juegos del título. Dichos
juegos son un espectáculo televisado a escala nacional, donde además
de matarse entre si (“sólo puede quedar uno”, como en cierta
saga que todos recordamos), los tributos deben ganarse la simpatía
del público para que los patrocinadores les envíen objetos útiles
durante la competición.
Como veis, semejante
historia tenía un montón de posibilidades, empezando por un agudo
comentario social sobre Gran Hermano
y sus clones, la opresión militar y económica que los estados ricos
(como el Capitolio) ejercen sobre los pobres (los otros 12
distritos), la obsesión mediática con la juventud, la belleza y la
fama e incluso la mentalidad del “éxito a cualquier precio”,
parcialmente responsable de la crisis en la que nos encontramos.
Estoy seguro de que alguien como Paul Verhoeven hubiera hecho
maravillas con este material. Por desgracia, los tiempos de películas
como Robocop o
Starship Troopers
terminaron hace mucho. La mayor parte del publico que acude hoy en
día a las salas de cine son adolescentes y veinteañeros, los cuales
no quieren comerse el coco con ciertas cosas, en parte porque nuestra
sociedad cada vez les estimula menos para que se hagan preguntas.
Ojo, tampoco pretendo meter a todos los adolescentes y veinteañeros
en el mismo saco. La cantidad de ellos que hace tres años puso a
parir Mentiras y Gordas, señalando
de paso que no se veían reflejados en aquel bodrio, es una muestra
de que aún hay esperanza. El verdadero problema es que a los de
Lionsgate obviamente les preocupaba que el profundizar demasiado en
ciertos temas alienara al público joven, sobre todo a los muchos
fans de los libros que esperaban una adaptación lo más fiel
posible. El estudio buscaba un éxito en taquilla similar al de la
saga Crepúsculo, a
pesar de que todo el mundo insiste en que ambas sagas son muy, muy
distintas. Por eso mismo han hecho lo que tan a menudo se hace en
Hollywood: Jugar sobre seguro y sin correr riesgos.
Anteanoche
mismo, justo después de ver la película, visioné un reportaje
sobre ella en una repetición de Dias de Cine,
donde auguraban que se convertirá en una obra de culto para los
jóvenes rebeldes de hoy en día. “¡Y una leche!”, pensé yo.
Soy casi un cuarentón, por lo que no estoy demasiado puesto en cómo
piensan los jóvenes actuales. Sin embargo, una vez fui adolescente
y más tarde veinteañero, lo que me permite aventurar que muy pocos
jóvenes se van a sentir conmovidos ni mucho menos empujados a las
barricadas por esta película. Otra cosa es que les guste o no, pero
para llegar al corazón de los jóvenes hace falta mucho más. A
principios de los noventa, El Club de los Poetas Muertos
fue prácticamente un fenómeno sociológico al transmitir un mensaje
similar, pero con una temática y en un contexto histórico y
socio-económico completamente distintos. Aquella película nos
transportaba al pasado (la América de los 50) para mostrarnos a un
grupo de adolescentes que se revelaban contra la moral y las normas
de la época mediante la poesía. Yo soy de la minoría a quien la
peli les pareció demasiado melodramática (y además no aguanto a
Robin Williams). Aún así, reconozco que tenía algo que Los
Juegos del Hambre no tiene ni
por asomo, y es que había momentos que te emocionaban (o al menos,
como en mi caso, te generaban empatía). Y no digamos ya El
club de los Cinco (The
Breaksfast Club), película que
no incita exactamente a la rebelión, pero que me hace sentirme
adolescente cada vez que la veo, sobre todo cuando Emilio Estevez
pregunta en voz alta lo que todos nos hemos preguntado alguna vez
cuando éramos adolescentes: “¿Vamos a ser como nuestros padres?”.
En Los Juegos del Hambre
no hay ningún momento así. De hecho, no hay nada de lo que
funcionaba tan bien en las otras dos películas. Para empezar, no se
nos presenta a un grupo de jóvenes dándonos tiempo para conocerlos.
Aquí sólo hay una prota absoluta, Katniss Everdeen, y a todos los
demás personajes los conocemos desde su punto de vista, lo que
limita mucho nuestra capacidad para empatizar con ellos y sumergirnos
en la historia. Los que halláis leído La Larga Marcha
de Stephen King (que Frank Darabont lleva años intentado llevar al
cine), recordareis que allí sucede lo mismo y sin embargo los
secundarios son variopintos e interesantes. Aquí, en cambio, casi
todos son estereotipos que existen para definir mejor a Katniss: La
madre está medio ida
desde la muerte de su padre (TRADUCCIÓN: Katniss es una luchadora
que saca adelante a su familia). La
hermana pequeña es
frágil, tan llorona que dan ganas de hostiarla y tiene pesadillas
donde la eligen como tributo (TRADUCCIÓN: Por su puesto, la eligen.
Y como ella es lo más importante para Katniss, ella se ofrece
voluntaria en su lugar). El
interés amoroso
es un chaval bueno, desinteresado y se parece a Taylor Lautner
(TRADUCCIÓN: Katniss tendrá que elegir entre él y otro tío). El
Otro Tío
es un pringado miedica, secretamente enamorado de Katniss
(TRADUCCIÓN: Ella se va a plantear si quizá no siente algo por él).
La tributo que
ayuda a Katniss
es medio negra y se parece a la hermana pequeña (TRADUCCIÓN: La
matan. Y por si no había quedado claro antes, Katniss hace todo esto
por su hermana).
Soy rebelde porque si no, estoy muerta.
Por
favor, no me vengáis conque acabo de soltar muchos spoilers.
Por si no lo habéis pillado ya, esta es la clase de peli donde
siempre tienes muy claro lo que va a pasar. Todos sabemos desde el
principio que Katniss va a ganar, no sólo por todo lo anterior, sino
porque además el libro tiene dos secuelas (la primera de las cuales
se va a adaptar al cine este otoño). Por lo tanto, la verdadera
emoción y el verdadero interés tendrían que venir no del qué
sino del cómo.
Ahí entramos en el otro gran problema de la peli, el cual tiene
nombre propio: Gary Ross. El que fuera director de Pleasantville
(dicen que está bien, aunque no la vio casi nadie) y de El
Regreso de Lassie (evidente
indicio de que algo está podrido en Dinamarca), recurre
constantemente a la cámara en mano, de esa que apenas te deja ver
nada -o “shaky cam”, como la llaman en inglés-, además de
abusar de los cortes bruscos y de los primeros planos. Coincido con
Rafa Martín de Las
Horas Perdidas
en que probablemente lo hace para luego no mostrar casi nada de
violencia durante la competición sin que quede raro (porque la idea
es que los mayores de 13 años pasen por taquilla y todo eso). El
problema es que su estilo visual tipo “¿A que esto parece casi una
peli independiente e introspectiva?” no le pega ni con cola este
tipo de historia, precisamente porque todos sabemos que estamos
viendo una peli comercial de gran presupuesto. Hay breves flashbacks
(algunos de los cuales se repiten) en el peor estilo MTV. Cuando
Katniss sufre alucinaciones por la picadura de unas abejas, en vez de
sentir su desorientación sientes que quieren marearte. Por cierto,
esto no es coña: Mientras veía la película en los cines Ábaco
Alcobendas de Madrid, una chica sufrió un ataque epiléptico. Mis
acompañantes discutieron más tarde sobre si se lo había provocado
o no la película (por supuesto, hay otros factores médicos a
considerar). El mayor problema es que este estilo despoja de emoción
a los momentos que deberían tenerla. Un buen ejemplo es el comienzo
mismo de los juegos: Cada participante es elevado en una plataforma
hasta un claro en medio de un bosque. Todos se encuentran dispuestos
en semicírculo, aguardando a que un contador llegue a cero para
lanzarse a por una pila de armas y suministros que tienen delante.
Cuando lo hacen y empiezan a luchar por ellos, la cámara empieza a
temblar más que nunca (de modo que no vemos quién está matando a
quién) y el sonido ambiente desaparece, reemplazado por una
musiquilla de fondo para que entendamos que es un momento muy
dramático, porque hay adolescentes matándose entre si y tal. Las
demás escenas de acción sufren un problema similar, incluido el
climax, donde te da un poco igual quien viva o quien muera. Al fin y
al cabo, está cantadísimo que Katniss va a salvarse. Y los demás,
como dije antes, son secundarios prescindibles.
Llegados
a este punto, pensareis que Los
Juegos del Hambre
no me ha gustado nada. La verdad es que no me parece una mala
película, sino más bien una muy fallida. Lo mejor con diferencia es
Jennifer Lawrence. Esta chica no sólo promete mucho, sino que ella
es el esparadrapo que mantiene unido todo el conjunto. Katniss no es un
personaje muy simpático -lo que irónicamente la hace más
interesante-, pero ella le da el punto justo para que no nos caiga
mal y queramos saber si sobrevive o no... Aunque en el fondo ya
sabemos que lo hará. Los secundarios cumplen, aunque ninguno tiene
mucho que hacer, porque sus personajes son bastante limitados. Liam
Hensworth y Josh Hutcherson existen sólo para que nos preguntemos
con cuál de los dos se va a quedar Katniss al final de la saga (sin
haber leído los libros, apuesto a que uno muere fijo). Donald
Sutherland actúa claramente con el piloto automático, porque sabe
que esta historia no necesita más. Stanley Tucci y Woody Harrelson
si tienen algún margen de maniobra. En el caso de Harrelson, te
quedas con ganas de saber más sobre él, ya que interpreta a un
antiguo ganador de los juegos, ahora cínico y alcoholizado. El
personaje de Eizabeth Banks, en camino, es directamente inaguantable,
por lo que su poca importancia se agradece. Parte de esa
inaguantabilidad se debe a su ridículo atuendo y maquillaje, aspecto
este que comparten la mayoría de los secundarios del Capitolio. No
sé si están sacados de los libros o fueron creados expresamente
para la película, pero hacen que resulte más difícil tomarte en
serio lo que estás viendo. Si era un intento de mostrar que las
masas opulentas son superficiales y estúpidas, había otras formas
más eficaces de hacerlo.
"Por favor, que los responsables de maquillaje y vestuario salgan de la fila para se azotados."
En
definitiva, quien haya visto Battle
Royale,
que no espere algo ni la mitad de bueno (aunque admito que Los
Juegos del Hambre
si está por encima de la vergonzosa Battle
Royale 2).
El verdadero fallo es que se ha intentado hacer algo que satisfaga
tanto a chicos como a chicas de cierta edad
(acción+amor+adolescentes), un poco como las series de televisión
españolas buscan satisfacer a todos sin lograr satisfacer a casi
nadie. Y por mucho que Jennifer Lawrence se esfuerce, una buena
interpretación no puede salvar 142 minutos de mediocridad. Eso si,
el punto en el que acaba la historia genera interés sobre lo que
vendrá luego. Y también lo genera el anuncio, hecho hoy mismo, de
que el director de la segunda parte, En
Llamas
(Catching
Fire),
será Francis Lawrence (ya van dos Lawrences), quien lo hizo muy bien
en Constantine
y en Soy
Leyenda, a
pesar de la presencia de Keanu Reeves en la primera y del flojo guion
de la segunda. Quizá nos encontremos dentro de un año o dos con una
secuela superior al original (y sin shakycam).
Pero eso, sólo el tiempo lo dirá.
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