domingo, 27 de octubre de 2019

'Rogue One', ésta no es la buena peli de Star Wars que buscáis.

Ya sé que esta crítica llega con casi tres años de retraso. La verdad es que me costó mucho empezar a escribirla y aún más terminarla, por la sencilla razón de que esta película me dejó tan frío que apenas tuve ánimos para hacer una entrada sobre ella. Decidí esperar a verla por segunda vez para ver si mi opinión mejoraba, pero el resultado terminó siendo exactamente el opuesto: cada nuevo visionado me resultaba más tedioso que el anterior, hasta el punto de que pronto empecé a ver solo las partes que me parecían más entretenidas. Y entonces descubrí que esas partes suman muy pocos minutos de metraje.
Lo peor de todo es que Rogue One tenía un potencial enorme. Por primera vez íbamos a ver una historia sobre los héroes olvidados de la Rebelión, gente anónima sin apellidos famosos como Skywalker, Organa o Solo, obligada a luchar contra el Imperio sin ayuda de la Fuerza, sin un carisma de nivel 10 y sin un millón de puntos en las habilidades de disparar blaster y pilotar naves espaciales. Y por fin íbamos a ver a gente al menos un poco parecida a los personajes que una vez tuvimos en Star Wars, el juego de rol: no muy guapos a veces, feos de narices–, sobrepasados por las circunstancias, propensos a meter la pata y a merced de un Director de Juego implacable, que nos guardaba rencor por haber matado a su personaje en El Señor de los Anillos o La llamada de Cthulhu. En otras palabras, que la fantasía épica iba a dar paso a un cierto y moderado realismo.
Pero no. Aquí lo único que hay es una recopilación del Manual de trucos para guionistas vagos de Hollywood. El primer truco se manifiesta nada más empezar la película: conocemos a la prota, Jyn Erso, cuando es una sólo una cría y sufre el trauma emocional de ver morir a su madre. Nótese que la madre podía haberse salvado, pero ella misma se hace matar de manera estúpida solo para que su hija lo vea. Se supone que eso debería hacernos sentir pena por el personaje y simpatizar con ella, pero todo es tan forzado y se ha visto ya en tantas otras pelis que a mí personalmente me parece muy cutre. A continuación, y durante gran parte del primer acto, asistimos a una serie de escenas muy mal engarzadas unas con otras donde se nos presenta al resto de los personajes principales.
Cassian Andor es un tipo torturado por todas las cosas horribles que ha hecho por la Rebelión. Como muestra, lo vemos matando a un contacto para evitar que los imperiales lo capturen vivo y lo hagan hablar. El problema es que el contacto en cuestión es tan quejica e insoportable que su muerte más bien nos produce un cierto alivio. Además, la escena tampoco transmite la urgencia y la tensión necesarias para indicarnos que matar al muy llorica era la única solución posible. De hecho, después de matarlo, Cassian escapa escalando una pared y ni siquiera vemos a los soldados de asalto dándole caza. Su huida se da por supuesta, lo que hace que toda la escena parezca aún más aburrida e innecesaria. ¡Y esa es la única “cosa horrible” que le vemos hacer en toda la peli! En varios comics de Star Wars se puede ver a los buenos haciendo cosas mucho peores y quedando marcados por ellas. Me refiero a los comics de Dark Horse, por supuesto, porque los de Marvel arriesgan mucho menos en ese sentido. Como tampoco se arriesga esta película, desgraciadamente.
Luego conocemos a Bodhi Rook, un piloto imperial a quien el padre de Jyn ha convencido para que cambie de bando y lleve información crucial al líder rebelde Saw Gerrera. Rook es un personaje de lo más plano, aunque no lo sería tanto si lo hubiéramos conocido cuando aún era fiel al Imperio y además hubiéramos presenciado cómo Galen Erso le hizo ver que estaba trabajando para los malos. En vez de mostrárnoslo, la peli simplemente lo explica con unas pocas líneas de diálogo. Algunos dirán que eso es economía narrativa, pero en realidad es una muestra de que esta peli desconoce una de las claves del relato audiovisual: las cosas importantes se cuentan con imágenes, no con palabras. Y si ya hemos perdido varios minutos viendo por enésima vez cómo la prota pierde a su madre, ¿por qué no vemos algo más interesante, como un personaje principal descubriendo que en realidad él es el malo? En lugar de ello, tenemos que aburrirnos viendo cómo un paranoico Saw Gerrera lo entrega a un bicho con tentáculos para que le lea la mente y lo deje medio tarado en el proceso (aunque más adelante se recupera como si nada). Lo más irónico es que esa lectura mental no nos aporta ninguna información sobre ambos personajes, sólo confirma que Rook dice la verdad y que Guerrera no confía en nadie. Esos son los únicos rasgos que a definen respectivamente a ambos personajes durante toda la historia.
Más tarde, cuando nos reencontramos con Jyn Erso, ésta ya es adulta y está interpretada por una Felicity Jones con cara de mala leche. Esta cara es la que tendrá durante tres cuartas partes de la peli, porque es una putada que mataran a su madre, secuestraran a su padre y que Saw Gerrera la tomara bajo su protección para luego abandonarla tras mil y una aventuras. Aventuras que, por supuesto, nunca vemos, sino que se nos explican con unas líneas de diálogo otra vez– cuando ella y Gerrera se reúnen al fin. A esto hay que añadir que la floja interpretación de ambos actores no ayuda a que nos interesemos en ellos. En mi humilde opinión, Jones está muy por debajo de lo que Daisy Ridley hizo en El despertar de la Fuerza. Claro que esa película se toma varios minutos para presentarnos a Rey en condiciones, a través de lo que ella hace y no de lo que dice. Y ya puestos, también creo que Ridley es mucho más guapa que Jones, lo cual es innegable que ayuda un poco. Forest Whitaker, por su parte, interpreta a Gerrera recurriendo a sus habituales excesos interpretativos, los cuales lo hacen bastante cargante. Hay que matizar que este personaje ya apareció en cuatro episodios de la serie Star Wars: The Clone Wars, donde se narraban los sucesos que lo convirtieron en el capullo irascible y amargado que aparece aquí. Rogue One asume que todos hemos visto esos episodios yo sí los había visto, pero apenas los recordaba–, lo cual no deja de ser una cierta falta de respeto hacia el público, por mucho que a algunos nos encante The Clone Wars. Tampoco se exploran para nada las diferencias entre Gerrera y la Rebelión, a pesar de que hubiera sido interesantísimo mostrar cómo algunos de quienes luchan contra el Imperio lo hacen utilizando sus mismos métodos y una ética peligrosamente similar, pero está claro que Lucasfilm –o Disney, o ambos– no querían meterse en camisa de once varas y prefirieron jugar sobre seguro. El resultado es que las escenas con el personaje apenas aportan nada a la película y solo sirven para lastrar el ritmo de la historia. De hecho, el propio guion parece ser consciente de ello, pues cuando la Estrella de la Muerte destruye la guarida del personaje, éste ni siquiera intenta escapar y opta simplemente por dejar que lo liquiden.
Por cierto, ¿recordáis que al principio dije que al fin íbamos a ver a personajes que luchaban contra el Imperio sin ayuda de la Fuerza? Eso fue lo que en su día nos vendieron, pero resulta que al final les entro el canguelo. En vez de jedis, tenemos a un monje, Chirrut Imwe, y a su guardaespaldas, Baze Malbus. El primero cumple las mismas funciones que cumpliría un jedi en cualquier otra peli de Star Wars, pero sin sables de luz ni duelos espectaculares. En vez de eso, el tipo es ciego y lucha con una vara –copia descarada de decenas de pelis de samuráis, empezando por la saga Zatoichi– y además se comporta como un miembro de una secta destructiva: en su escena cumbre, se expone como un pato de feria al fuego de las tropas imperiales mientras repite sin cesar el mantra “Soy uno con la fuerza, la fuerza está conmigo”, consiguiendo que no le acierten hasta justo después de haber cumplido su misión. Malbus, por su parte, solo cuenta con dos rasgos particulares: lleva barba y tiene un blaster de repetición mucho más poderoso que los de los malos (¿por qué ningún soldado imperial usa armas así?). Lo más triste es que la verdadera función de ambos personajes no es servir al argumento, sino tratar de hacer atractiva la película para los espectadores chinos. Para aquellos de vosotros que no estéis al tanto, desde hace ya unos años China es uno de los principales mercados internacionales del cine de Hollywood. El problema es que la trilogía original de Star Wars no se estrenó en su día en los cines de ese país, y durante mucho tiempo solo se pudo ver a través del vídeo pirata. Las precuelas sí que se estrenaron en salas, al igual que las películas más recientes, pero aun hoy en día Star Wars tiene muchos menos fans en China que otras sagas como The Fast and the Furious. Para solucionar ese problema, Lucasfilm y Disney recurrieron al viejo truco de meter en la película a dos actores bien conocidos por el público chino: Donnie Yeng (Chirrut) y Wen Jiang (Malbus). El resultado fue el mismo que si hubieran metido a Antonio Banderas y Paz Vega en una película sobre fútbol americano con la intención de que triunfara en España.
Toda esta vagancia a la hora de crear a los personajes aparece también en el villano principal, el comandante Krennic. Al menos él tiene un rasgo interesante, y es que su objetivo principal es medrar dentro del Imperio. Eso sí que recuerda a otros villanos más carismáticos del universo expandido de Star Wars, pero las similitudes acaban ahí. Krennic tiene muy poca personalidad, lo que se acentúa en las escenas en las que aparece junto a Darth Vader y el Moff Tarkin. Y eso a pesar de que el segundo es una creación digital, porque Peter Cushing falleció en 1994. Temo que parte de la culpa es del doblaje, no solo en el caso de Krennic, sino también en el de los otros dos villanos. Constantino Romero y José Luis Sansalvador (quienes doblaron respectivamente a Vader y a Tarkin en Una nueva esperanza) fallecieron hace unos años, y sus reemplazos en esta película no solo lo hacen peor, sino que en mi opinión están pésimamente elegidos.
Para terminar con los personajes, Mads Mikkelsen hace lo que puede como Galen Erso, el padre de Jyn, pero éste es más un recurso de guion que un auténtico ser humano. Existe solo para justificar la implicación de su hija en la trama, por lo que adivinamos desde el principio que en algún momento va a morir y que ese momento, artificialmente dramático, hará que su hija se implique más con la Rebelión. Para justificar todo eso, tiran de nuevo del Manual de trucos para guionistas vagos y nos meten un flashback de lo más prescindible (narrado desde el punto de vista de Jyn), que nos muestra cómo en otros tiempos sus padres se llevaban relativamente bien con Krennic. Daos cuenta de que, hasta ahora, ninguna película de Star Wars había necesitado jamás recurrir a flashbacks (los del Episodio VII son más bien visiones provocadas por la fuerza), pero aquí lo hacen para mostrar algo innecesario, mientras que, como he dicho antes, otras partes mucho más interesantes del pasado de Jyn se nos explican con un par de frases. Por cierto, toda la escena que lleva a la muerte de Galen no solo se hace interminable, sino que además fracasa a la hora de crear tensión. Cassian, obedeciendo órdenes, le apunta con un fusil para matarlo, pero por razones que la película no explica, de repente decide que eso de hacer “cosas horribles” está muy mal y que ya es hora de dejarlo. Eso sí, como necesitamos más trauma familiar para que el público empatice con Jyn, hacemos que una bomba rebelde hiera mortalmente a su padre y que él muera en brazos de ella después de que ambos se reúnan por primera vez en años. ¡Otras! ¿Verdad que ninguno de vosotros lo habíais visto venir? Ahora, imaginaos por un momento que Cassian hubiera matado a Galen. Imaginaos el conflicto que eso hubiera creado entre Cassian y Jyn justo cuando ambos deben luchar juntos contra el Imperio. ¿No habría sido algo mucho más complejo he interesante de ver? En fin, resulta muy llamativo que el personaje más simpático y con más personalidad de todos sea el droide de turno, K-2S0. Os aseguro que fue el único cuya muerte (o más bien, destrucción) llegué a lamentar. Eso me lleva a la principal diferencia entre esta película y El despertar de la Fuerza. Como dije en mi anterior crítica, dicha peli funciona porque crea una implicación emocional con los protagonistas. Vale, quizá no con todos ellos, pero al menos sí con la mayoría. Rogue One, por el contrario, es casi totalmente incapaz de hacer lo mismo. Nunca sentimos un verdadero apego por nuestros “héroes” y los intentos de que lo sintamos a menudo resultan contraproducentes, como la escena en la que Jyn Erso salva a una niña durante un tiroteo. Dicha escena también está metida con calzador para que la prota carapalo nos genere alguna simpatía (otra vez el Manual de trucos para…). Y qué decir de su evolución en el tercio final de la historia, cuando empieza a sonreír y a soltar discursitos acerca de que “las rebeliones se basan en la esperanza”, porque esto es una precuela de Una nueva esperanza y hay que hacer algún giño a eso, por muy cutre y ramplón que resulte. ¿Recodáis algún momento de la trilogía original en el que Luke, Han o Leia dieran discursitos moralizantes como los que se daban en las pelis de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo? No, yo tampoco.
Uno de los aspectos más criticados del Episodio VII fue que su argumento se parecía demasiado al del Episodio IV. Sin duda eso era cierto, pero al menos la historia tenía un cierto ritmo y se hacía llevadera. En Rogue One, por el contrario, uno tiene la sensación de que la historia avanza a trompicones y de que simplemente vamos saltando de un escenario a otro, esperando que ocurra algo interesante. Resulta muy significativo que esta sea la primera peli de la saga y hasta el momento de escribir estas líneas, la única– en la que se utilizan subtítulos para indicarnos en qué planeta estamos; otro claro ejemplo de torpeza narrativa. Sospecho que la principal causa de todo esto son los muchos cambios que se hicieron en la historia original y las muchas escenas que volvieron a rodarse, como demuestra el hecho de que la mayoría de las imágenes vistas en los trailers no aparezcan en la película. Irónicamente, una de las mejores escenas –la reaparición de Darth Vader cerca del final–, fue uno de los añadidos que se hicieron a posteriori, así que no sé decir si los cambios fueron para bien o para mal. Lo que sí parece es que el director Gareth Edwards quería hacer la primera verdadera peli de guerra del universo Star Wars –y es que por algo está ahí la palabra “Wars” –, pero la jefa de Lucasfilm, Kathleen Kennedy, decidió después que era mejor tirar por senderos más tradicionales. Posteriormente se ha confirmado que esa es una tendencia bastante habitual en Kennedy (quizás, de nuevo, influenciada por Disney), como demuestra el hecho de que apostara por Han Solo, básicamente una precuela encubierta, y luego despidiera a sus dos codirectores por improvisar demasiado. Parece que a mucha gente eso no le ha importado y que han disfrutado mucho con Rogue One, especialmente con la larga batalla final. Por desgracia, fue justo ahí donde yo perdí la esperanza –sí, otra vez la puñetera palabrita– de que las cosas mejoraran. Y es que desde pequeño he sido muy aficionado a las pelis de guerra, especialmente las que transcurren en la Segunda Guerra Mundial. Cuando Jyn Erso y Cassian se infiltran disfrazados de imperiales en la base donde están los planos –otra cosa extremadamente original en el universo Star Wars, ¿verdad?–, a mí no dejaba de parecerme una copia muy inferior de Where Eagles Dare (en España, El desafío de las águilas). Igualmente, cuando sus compañeros inician un ataque de distracción para ayudarlos, me pareció una burda imitación de Kelly’s Heroes (en España, Los violentos de Kelly) y de muchas otras películas similares. Y cuando la flota rebelde llega para echar una mano y se enfrenta a los destructores imperiales, también me pareció una repetición de los peores excesos de La amenaza fantasma. El motivo de todo ello es, como ya he dicho antes, la falta de implicación emocional. Difícilmente puede importarte la muerte de unos personajes a los que apenas conoces y por los que no sientes nada, especialmente cuando parecen morir no como resultado del peligro que corren, sino simplemente porque lo dice el guion. En un universo como éste, donde estamos acostumbrados a que las tropas imperiales tengan peor puntería que Rompetechos, hace falta esforzarse mucho para dar la sensación de que los buenos lo tienen crudo. La única escena que me transmitió esa sensación fueron precisamente los momentos finales de K-2S0. La muerte de todos los demás personajes es un simple trámite, especialmente en el caso de Jyn y Cassian, quienes aceptan su destino sin molestarse siquiera en buscar una nave para escapar, dejando que la Estrella de la Muerte los desintegre. Vaya, igual que Saw Gerrera. ¡Qué casualidad!
Finalmente, debo mencionar lo poco que sí me gustó de la película (aparte de K-2S0). En primer lugar, la ambientación de las escenas situadas en el planeta Jedha. Aparte de varios momentos en El despertar de la Fuerza, esta es la primera vez en muchos años que vemos un entorno de Star Wars tan real como los de las primeras películas. Es justo por eso por lo que resulta tan frustrante que no se utilice para narrar una historia mejor. Una buena muestra es la aparición de los dos delincuentes de la cantina del Episodio IV. Se trata de un guiño simpático, pero que a la vez resalta la incapacidad de Rogue One para crear algo original y memorable. Las apariciones de Genevieve O’Reilly como Mon Mothma y de Jimmy Smiths como el senador Bial Organa también están muy bien, pero por desgracia ninguno de los dos tiene gran cosa que hacer. Al menos, la primera ha podido resarcirse de que George Lucas cortara casi todas sus escenas en La venganza de los Sith. Y la ya mencionada escena final de Darth Vader es una pasada, aunque instantes después es echada a perder por la aparición de la horrible Princesa Leia digital. Y es que, aunque entiendo muy bien que era necesario conectar con el inicio de Una nueva esperanza, la pobre princesa casi parece sacada de un episodio de Rebels. El hecho de que Carrie Fisher falleciera a los pocos días de estrenarse esta película tampoco ayuda precisamente a que el “homenaje” funcione.
Ah, por cierto, la banda sonora me pareció muy floja. Vale que es imposible igualar a la original, pero esta me pareció creada por un compositor mediocre con pretensiones. Dicen que Michael Giacchino es bastante bueno, pero al parecer solo tuvo un mes para escribir la música tras reemplazar al originalmente elegido Alexandre Desplat (otra consecuencia de los múltiples cambios que sufrió el montaje original).
A pesar de todo lo anterior, Rogue One parece haber gustado a muchos fans de Star Wars, especialmente a aquellos a quienes no les gustó El despertar de la Fuerza. Quizás la razón de que a mí no me guste sea precisamente que sí me gustó el Episodio VII. Lo que me resulta más decepcionante, sin embargo, son las enormes posibilidades que tenía un proyecto como este, desde luego muchas más que la innecesaria precuela sobre la juventud de Han Solo. Tras ver Rogue One por primera vez a finales de 2016, pensé que Lucasfilm simplemente había metido la pata. Desde entonces, he podido comprobar que se trataba de un problema más bien estructural –palabreja ésta muy de moda últimamente–, que tiene mucho que ver con el empeño de la productora –y posiblemente también de Disney– en jugar sobre seguro y no correr ni el más mínimo riesgo, confiando en que las nostalgia baste para que millones de fans sigamos pasando por taquilla. Todo eso me recuerda una triste experiencia que tuvimos todos hace ya más de una década. ¿Recordáis cuando se estrenó Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, allá por 2008? ¿Recordáis la alegría y la ilusión con las que acudisteis a verla? ¿Recordáis cómo os sentíais dos horas después, al salir del cine? Pues Kathleen Kennedy y sus adláteres parecen creer que si aquello funcionó una vez, ¿por qué no va a funcionar más veces? Sobre todo en estos tiempos en que la nostalgia ochentera lo ha invadido casi todo. Y quizá eso sea suficiente para los muchos fans no demasiado exigentes que aún no han llegado a cierta edad. Sin embargo, para los que ya estamos más cerca de los 50 tacos que de los 40, la nostalgia no basta ni de lejos. La nostalgia es, de hecho, un arma de doble filo, porque nunca cesa de establecer comparaciones entre lo que fue y lo que es. Y si lo que es resulta tan solo un pálido y decepcionante reflejo de lo que fue, entonces lo único que puede hacernos sentir es decepción. Por muchos años que pasen, La guerra de las galaxias y El imperio contraataca seguirán siendo pelis míticas para muchos de nosotros. Soy plenamente consciente de que no es realista esperar que alguien haga algo similar teniendo el listón tan alto, pero el problema es que los responsables de Lucasfilm parecen haber renunciado a intentarlo y se conforman con crear imitaciones y sucedáneos, sin dar muestras de entender lo que hace tan especiales a esas dos películas. Dos pruebas irrefutables de ello son Los últimos Jedi y Han Solo, pero sobre ellas tendré que hacer otra entrada aparte, porque si no me entra la depre. Mientras tanto, recemos para que The Mandalorian, que se estrena el próximo 12 de noviembre, sea lo que debió haber sido Rogue One. Porque respecto al Episodio IX, yo ya no albergo ninguna esperanza. ¡Jo, y dale con la palabra de los…!

martes, 8 de octubre de 2019

Capítulo de muestra de 'Vientos de Invierno': Tyrion

¡Ajá! ¿Creíais que ya me había olvidado de este blog, verdad? Bueno, pues casi acertasteis. Los últimos tres años me han tenido absorbido en nuevos estudios para conseguir un empleo en la administración pública. Ya sabéis, esa gente que apenas trabaja y a la que no se puede despedir. Algún día yo seré uno de ellos y os miraré a todos los demás desde mi pedestal con apenas disimulado desprecio. ¡Ja, ja ja!
Bueno, ya más en serio, solo los dioses saben cuánto tardaré en ser funcionario. También estoy explorando otras opciones como personal laboral de la administración, así que ahora mismo mi futuro laboral sigue siendo una incógnita.
Imagino que muchos habréis visto ya las últimas temporadas de Juego de Tronos. Personalmente, me ha hecho gracia el modo en que muchos parecen haberse dado cuenta de repente de que la serie llevaba años yendo cuesta abajo. Como podéis comprobar en una de mis entradas de 2016, la quinta temporada supuso para mí un cambio irreparable a peor. Sin embargo, muchos siguieron defendiendo a la serie contra viento y marea y no fue hasta la séptima temporada cuando la mayoría empezaron a cambiar de opinión (o al menos, a reconocerlo abiertamente). La octava temporada ha generado una oleada de opiniones tan negativas que no he podido dejar de sorprenderme. ¿De verdad tanta gente ha tardado cuatro años en darse cuenta de cómo iban las cosas? Supongo que muchos confiaban en que todo mejorara al final y en que tuviéramos un desenlace como mínimo decente. Pero no ha sido así, y ya se sabe que las masas son muy dadas tanto a auto engañarse como a desatar su ira cuando se sienten engañadas... por otros.
En cualquier caso, ahora al menos podemos relajarnos y aguardar a la publicación de Vientos de Invierno para seguir disfrutando de la historia original. Por supuesto, seguimos sin saber cuándo George R. R. Martin va a terminar el dichoso libro. ¿Recordáis que allá por 2015 escribí que a ver si lo hacía antes de 2020? Pues en el momento de escribir estas líneas, ese año ya esta a la vuelta de la esquina y aún no tenemos fecha de publicación. Pero como decía el profesor Farnsworth en Futurama, "un hombre puede soñar". Mientras tanto, además de soñar yo he traducido el segundo de los dos capítulos de Tyrion Lannister que Martin ha leído en convenciones durante estos años. Me hubiera gustado traducir antes el primero, pero por desgracia solo lo he encontrado en forma resumida. El segundo es el único del que he hallado transcripciones completas en la red, de modo que he tenido que conformarme con ese. Espero que disfrutéis de él. También tengo pendientes de colgar aquí mis críticas de Rogue One y Los Últimos Jedi, pero la verdad es que aún no he sido capaz de completarlas debido a la gran decepción que ambas me produjeron. Confiemos en que The Mandalorian sea un cambio a mejor para la saga, porque personalmente yo ya no tengo ninguna expectativa con respecto a El ascenso de Skywalker.
Dicho todo esto, ahí va el nuevo capítulo.

TYRION 2

            En algún lugar a lo lejos, en la distancia, un moribundo llamaba a gritos a su madre.
-        ¡A caballo! –gritaba un hombre en ghiscari, en el campo justo al norte del de los Segundos Hijos– ¡A caballo! ¡A caballo!
Su voz, aguda y chillona, se oía desde lejos en el aire de la mañana, mucho más allá de su propio campamento. Tyrion sólo sabía el suficiente ghiscari como para entender las palabras, pero el miedo en su voz habría estado claro en cualquier lengua. <<Sé cómo se siente>>.
Supo que era el momento de buscar su propio caballo, el momento de ponerse la armadura de algún cadáver, ceñirse una daga y una espada al cinto y deslizar su mellado yelmo sobre su cabeza. Había despuntado el alba y una franja de sol naciente, cegadoramente brillante, era visible tras las murallas y torres de la ciudad. Al oeste las estrellas se desvanecían una tras otra. Sonaban las trompetas a lo largo del Skahazadhan y los cuernos de guerra respondían desde las murallas de Meereen. Un barco ardiendo se hundía en la boca del río. Muertos y dragones se movían por el cielo, mientras que los barcos de guerra chocaban y se golpeaban en la Bahía de los Esclavos. Tyrion no podía verlos desde allí, pero podía oír sus sonidos: el choque de casco contra casco cuando los barcos se golpeaban entre sí, los guturales cuernos de guerra de los Hombres de Hierro y los extraños y agudos silbatos de Qarth, los remos haciéndose astillas, los alaridos y gritos de guerra, el choque de hacha contra armadura, de espada contra escudo, todos mezclados con los chillidos de los heridos. Muchos de los barcos aún estaban lejos en la bahía, por lo que los sonidos que producían parecían débiles y lejanos, pero él los reconoció a todos igualmente. La música de la matanza.
A trescientas yardas de donde él estaba se alzaba la Hermana Malvada. Su largo brazo oscilaba hacia arriba con un pequeño montón de cadáveres. ¡Zas! ¡Pum! Y allá volaban, desnudos e hinchados, pálidos pájaros muertos que deshuesados caían por el aire. Los campos de asedio relucían con una chillona neblina de rosa y oro, pero las famosas pirámides escalonadas de Meereen se alzaban negras frente al resplandor. Vio que algo se movía en la cima de una de ellas. Un dragón, ¿pero cuál? A aquella distancia, con la misma facilidad habría podido ser un águila. Un águila muy grande.
Tras pasar días oculto en las mohosas tiendas de los Segundos Hijos, el aire de fuera olía fresco y despejado. Aunque no podía ver la bahía desde donde estaba, el olor salobre le dijo que estaba cerca. Tyrion se llenó los pulmones con él. Un buen día para una batalla. Desde el este, el sonido de tambores rodaba a través de la reseca llanura. Una columna de hombres a caballo apareció fugazmente más allá del Harridan, ondeando los estandartes azules de los Hijos del Viento.
Un hombre más joven quizá hubiera encontrado todo aquello estimulante. Un hombre más estúpido quizá hubiera pensado que era grande y glorioso, hasta el momento en que algún soldado esclavo yunkio, feo como el culo y con aros en los pezones, le plantara un hacha entre los ojos. Tyrion Lannister lo entendía mejor. <<Los dioses no me moldearon para blandir una espada,>> pensó <<así que, ¿por qué no dejan de meterme en medio de batallas?>>
Nadie le oyó. Nadie respondió. A nadie le importó.
Tyrion se descubrió recordando su primera batalla. Shae había sido la primera en moverse cuando la despertaron las trompetas de su padre. La dulce ramera que le había dado placer durante la mitad de la noche había temblado desnuda en sus brazos como un niño asustado. <<¿O también fue todo aquello una mentira, una estratagema que ella empleaba para hacerme sentir valiente y genial?>> Qué actriz habría sido. Cuando Tyrion había gritado a Podrick que lo ayudara con su armadura, había encontrado al muchacho dormido y roncando. No era el mozo más listo que había conocido, pero sí un escudero decente, al fin y al cabo. <<Espero que encontrara un hombre mejor al que servir>>.
Era extraño, pero Tyrion recordaba mucho mejor el Forca Verde que Aguasnegras. <<Fue mi primera. Nunca olvidas la primera.>> Recordaba la niebla que venía del río, serpenteando entre los juncos como pálidos dedos blancos. Y la belleza del amanecer, eso también lo recordaba: estrellas desparramadas por un cielo púrpura, la hierba reluciendo como cristal con el rocío de la mañana, esplendor rojo al este. Recordaba el tacto de los dedos de Shae mientras ella ayudaba a Pod con la desparejada armadura de Tyrion. El maldito yelmo, como un cubo con un pincho. Aunque el pincho le había salvado y le había conseguido su primera victoria, pero Céntimo y Penny jamás habían parecido ni la mitad de ridículos que de lo que él debía de haber parecido aquel día. Fíjate que Shae lo había llamado “temible” al verlo con su acero. <<¿Cómo pude ser tan ciego, tan sordo, tan estúpido? Debí haber sido más listo, en lugar de pensar con la polla>>.
Los Segundos Hijos estaban ensillando sus caballos. Lo hacían con calma, sin prisas, eficientemente; no era nada que no hubieran hecho cien veces antes. Algunos de ellos se pasaban un pellejo de mano en mano, aunque él no supo decir si era de vino o de agua. Bokkoko estaba besando desvergonzadamente a su amante, sobando las nalgas del muchacho con una enorme mano y con la otra enredada en su cabello. Tras ellos, Ser Garibald estaba cepillando la melena de su gran caballo castrado. Kem se sentaba sobre una roca, mirando fijamente el suelo… recordando a su hermano muerto, quizás, o soñando con aquel amigo allá en Desembarco del Rey. Martillo y Clavo pasaban de hombre a hombre, comprobando lanzas y espadas, ajustando armaduras y dándole filo a cualquier hoja que lo necesitara. Snatch mascaba su hojamarga, haciendo burlas y rascándose los huevos con el garfio de su mano. Algo en sus modales le hizo a Tyrion recordar a Bron. <<Ahora Ser Bron de Aguasnegras, a no ser que mi hermana lo haya matado. Eso podría no ser tan sencillo como ella cree.>> Se preguntó en cuántas batallas habían luchado aquellos Segundos Hijos. ¿Cuántas escaramuzas, cuántos pillajes? ¿Cuántas ciudades habían asaltado, cuántos hermanos habían enterrado o dejado atrás para que se pudrieran? Comparados con ellos, Tyrion era un joven novato y aún sin poner a prueba, aunque contara más años que la mitad de la compañía.
Esta sería su tercera batalla. <<Aguerrido y cubierto de sangre, sellado y lacrado, un guerrero probado, ese soy yo. He matado a algunos hombres y he herido a otros, he recibido heridas yo mismo y he vivido para contarlas. He dirigido cargas, he oído a hombres gritar mi nombre, he acabado con hombres más grandes y mejores, incluso he saboreado un poco la gloria… ¿y no era aquél un vino bueno y generoso para los héroes? ¿Acaso no me gustaría otro trago?>> Sin embargo, con todo cuanto había hecho y todo cuanto había visto, la perspectiva de otra batalla le enfriaba la sangre. Había viajado a través de medio mundo en palanquín, barcaza y cerdo, había navegado en barcos de esclavos y en galeras comerciales, había montado putas y caballos, diciéndose todo el tiempo que no le importaba si vivía o moría… solo para descubrir que le importaba mucho, al fin y al cabo.
El Desconocido había montado su yegua clara y cabalgaba hacia ellos con su espada en la mano, pero a Tyrion Lannister no le interesaba encontrarse de nuevo con él. <<Ahora no. Aún no. No este día. Vaya fraude eres, gnomo. Dejaste que un centenar de guardias violaran a tu esposa, disparaste a tu padre en el vientre por una pendencia, retorciste una cadena de oro alrededor de la garganta de tu amante hasta que su rostro se volvió negro, y aun así, de algún modo, todavía crees que mereces vivir>>.
Penny ya tenía puesta su armadura cuando Tyrion entró sigilosamente en la tienda que compartían. Ella llevaba años poniéndose una armadura de madera al servicio de sus representaciones; la armadura de verdad y la cota de malla no eran tan distintas una vez dominados todos los cierres y hebillas. Y si el acero de la compañía estaba mellado aquí y oxidado allá, arañado, manchado y descolorido, eso no importaba. Aún debería ser lo bastante bueno como para detener una espada.
La única pieza que aún no se había puesto era su yelmo. Cuando él entró, ella levantó la vista.
-        No llevas armadura. ¿Qué ocurre?
-        Lo habitual. Barro, sangre y heroísmo. Matar y morir. Se está librando una batalla en la bahía y otra bajo las murallas de la ciudad. Allá hacia donde se vuelvan los yunkios, tendrán un enemigo tras ellos. La lucha más cercana aún está a una legua de distancia, pero pronto estaremos en ella.
En un bando o en otro. Los Segundos Hijos estaban listos para otro cambio de amos. Tyrion estaba casi seguro de ello… aunque había un gran abismo entre “seguro” y “casi seguro”. <<Si he juzgado mal a mi hombre, estamos todos perdidos>>.
-        Ponte tu yelmo y asegúrate de que los cierres están puestos. Una vez me quité el mío para evitar ahogarme y me costó una nariz –le dijo.
-        Antes necesitamos meterte en tu armadura.
-        Si así lo deseas… Primero el chaleco. El cuero endurecido con los corchetes de hierro. La malla por encima y luego el gorjal –paseó la mirada por la tienda–. ¿Hay vino?
-        No.
-        Nos quedaba media jarra de la cena.
-        Un cuarto de jarra, y te la bebiste.
El suspiró.
-        Vendería a mi hermana por una copa de vino.
-        Venderías a tu hermana por una copa de orín de caballo.
Aquello fue tan inesperado que lo hizo reír con fuerza.
-        ¿Tan conocido es mi gusto por el orín de caballo o es que has conocido a mi hermana?
-        Solo la vi aquella vez, en el torneo para el joven rey. Céntimo pensó que era hermosa.
<<Céntimo era un pequeño y raquítico gusano con un nombre estúpido>>.
-        Solo un tonto cabalga sobrio a una batalla. Plumm tendrá algo de vino. ¿Y si muere en la batalla? Sería un crimen desperdiciarlo.
-        Contén tu lengua. Tengo que atarte este chaleco.
Tyrion lo intentó, pero le parecía que los sonidos de la matanza sonaban más fuertes, y su lengua no se contenía.
-        Cara de Flan quiere usar a la compañía para arrojar al mar a los Hombres de Hierro –se oyó decirle a Penny mientras ella lo vestía–. Lo que debería haber hecho es enviar toda su caballería contra los eunucos, a plena carga, antes de que llegaran a diez pies de las puertas; enviar a los Gatos contra ellos desde la izquierda, a nosotros y a los Hijos del Viento desde la derecha y destrozar sus flancos por ambos extremos. Hombre contra hombre, los Inmaculados no son ni mejores ni peores que cualquiera otros lanceros. Es su disciplina lo que los hace peligrosos, pero si no pueden formar un muro de lanzas…
-        Levanta los brazos –dijo Penny–. Ahí. Eso está mejor. Quizá tú deberías mandar a los hombres de Yunkai.
-        Emplean a soldados esclavos. ¿Por qué no a comandantes esclavos? Aunque eso arruinaría la contienda. Para los sabios amos, esto es solo una partida de cyvasse. Nosotros somos las piezas –Tyrion inclinó la cabeza hacia un lado, pensando–. Eso es algo que los esclavistas tienen en común con mi señor padre.
-        ¿Tu padre? ¿Qué quieres decir?
-        Solo estaba recordando mi primera batalla. Forca Verde. Luchamos entre el río y el camino. Cuando vi desplegarse a las huestes de mi padre, recuerdo haber pensado lo hermoso que era. Como una flor abriendo sus pétalos al sol. Una rosa carmesí con espinas de hierro. Y mi padre, ah, jamás pareció tan resplandeciente. Llevaba una armadura carmesí, con aquel enorme sobretodo hecho de tejido dorado. Un par de leones dorados en sus hombros y otro en su yelmo. Su semental era magnífico. Su señoría contempló toda la batalla desde lo alto de aquel caballo y jamás se acercó a menos de cien yardas de ningún enemigo. Jamás se movió, jamás sonrió, jamás sudó ni una gota mientras miles morían debajo de él. Imagíname encaramado en un taburete, mirando fijamente un tablero de cyvasse. Casi podríamos ser gemelos… si yo tuviera un caballo, una armadura carmesí y un sobretodo hecho de tejido dorado. Él también era más alto. Y tenía más pelo.
Penny le besó.
Se movió tan deprisa que él no tuvo tiempo de pensar. Se abalanzó tan rápida como un pájaro y apretó sus labios contra los de él. Terminó igual de rápido. <<¿A qué ha venido eso?>>, casi dijo él, pero ya sabía a qué había venido. <<Gracias>>, pudo haber dicho, pero ella podría habérselo tomado como un permiso para hacerlo otra vez. <<Niña, no tengo deseos de hacerte daño>>, pudo haber intentado decir, pero Penny no era una niña, y los deseos de él no mitigarían el golpe. Por primera vez en más tiempo del que podía recordar, a Tyrion Lannister le faltaron las palabras.
<<Parece tan joven>>, pensó. <<Una muchacha, eso es todo lo que es. Una muchacha, y casi bonita, si puedes olvidar que es una enana.>> Su cabello era de un castaño cálido, espeso y rizado, y sus ojos eran grandes y llenos de confianza, demasiado llenos de confianza.
-        ¿Oyes ese sonido? –dijo Tyrion.
Ella escuchó.
-        ¿Qué es? –dijo, mientras sujetaba un par de desparejadas grebas a sus raquíticas piernas.
-        La guerra. A ambos lados de nosotros y ni a una legua de distancia. Eso es matanza, Penny. Son hombres dando traspiés en el barro con las entrañas colgándoles por fuera.  Son miembros cercenados, huesos rotos y charcos de sangre. ¿Sabes cómo salen los gusanos tras una lluvia intensa? He oído que hacen lo mismo tras una gran batalla si el suelo se empapa de la suficiente sangre. Eso es el Desconocido acercándose, Penny. La Cabra Negra, el Niño Pálido, el de los muchos rostros, llámalo como quieras. Eso es la muerte.
-        Me estás asustando.
-        ¿Lo hago? Bien. Deberías asustarte. Tenemos a los Hombres de Hierro desembarcando en masa y a Ser Barristan y a sus Inmaculados saliendo en tropel por las puertas de la ciudad, con nosotros entre ellos, luchando en el maldito bando equivocado. Yo mismo estoy aterrado.
-        Dices eso, pero sigues bromeando.
-        Las bromas son una manera de alejar el miedo. El vino es otra.
-        Tú eres valiente. La gente pequeña puede ser valiente.
<<Mi gigante Lannister>>, escuchó él. <<Se está burlando de mí.>> Casi volvió a abofetearla. Le palpitaba la cabeza.
-        No pretendía enfadarte –dijo Penny–. Perdóname. Estoy asustada, eso es todo –ella tocó su mano.
Tyrion se soltó de ella. <<Estoy asustada.>> Aquellas eran las mismas palabras que había empleado Shae. <<Sus ojos eran grandes como huevos, y yo me tragué cada bocado de ello. Sabía lo que era ella. Le dije a Bron que encontrara una mujer para mí y me trajo a Shae.>> Sus manos se cerraron en puños y el rostro de Shae flotó ante él con una sonrisa burlona. Luego la cadena se tensó alrededor de su garganta, con las manos doradas hundiéndose profundamente en su carne mientras sus propias manos se batían contra el rostro de él con la misma fuerza que mariposas. Si él hubiera tenido una cadena a mano… si hubiera tenido una ballesta, una daga, cualquier cosa, habría… quizás habría… él…
Fue solo entonces cuando Tyrion oyó los gritos. Estaba perdido en una furia negra, ahogándose en un mar de recuerdos, pero los gritos se apresuraron a devolverlo al mundo. Abrió sus manos, tomó aliento y se apartó de Penny.
-        Algo ocurre.
Salió a descubrir qué era. Dragones.
La bestia verde volaba en círculo sobre la bahía, girando y ladeándose mientras barcoluengos y galeras chocaban y ardían debajo de ella, pero era el dragón blanco el que dejaba boquiabiertos a los mercenarios. A trescientas yardas de distancia, la Hermana Malvada hizo oscilar su brazo. ¡Zas! ¡Pum! Seis nuevos cadáveres bailaron a través del cielo. Se elevaron hacia arriba y más y más hacia arriba. Luego dos estallaron en llamas.
El dragón atrapó uno de los cuerpos ardiendo justo cuando empezaba a caer, haciéndolo crujir entre sus mandíbulas mientras pálidas llamas corrían por su dentadura. Alas blancas restallaron contra el aire de la mañana y la bestia volvió a ascender. El segundo cadáver rebotó en una garra extendida y se precipitó directamente hacia abajo para aterrizar entre unos jinetes yunkios. Algunos de ellos también se incendiaron. Un caballo se encabritó y arrojó a su jinete. Los demás huyeron, tratando de correr más que las llamas pero sin embargo avivándolas. Tyrion Lannister casi pudo saborear el pánico mientras éste se extendía como una oleada por los campamentos.
Un fuerte y familiar olor a orina llenó el aire. El enano miró a su alrededor y se sintió aliviado al ver que era Tintero quien se había meado encima y no él.
-        Más vale que vayas a cambiarte los calzones –le dijo Tyrion–. Y mientras lo haces, dale la vuelta a tu capa.
El tesorero palideció, pero no se movió. Aún seguía allí en pie, contemplando como el dragón atrapaba cadáveres en el aire, cuando el mensajero llegó llamando a golpes. <<Un maldito oficial>>, vio Tyrion enseguida. Iba ataviado con una armadura dorada y montaba un caballo dorado. Anunció en voz alta que lo había enviado el comandante supremo de los yunkios, el noble y poderoso Gorzhak zo Eraz.
-        Lord Gorzhak envía sus cumplidos al capitán Plumm y solicita que lleve su compañía a las orillas de la bahía. Están atacando nuestros barcos.
<<Vuestros barcos están hundiéndose, ardiendo y huyendo>>, pensó Tyrion. <<Están capturando vuestros barcos y pasando a vuestros hombres por la espada.>> Él era un Lannister de Roca Casterly, cerca de las Islas de Hierro. Los saqueadores de Hierro no eran raros en sus aguas. A lo largo de los siglos habían quemado Lannisport al menos en tres ocasiones y habían hecho dos docenas de incursiones allí. La gente de Poniente conocía el salvajismo del que eran capaces los hombres de Hierro; aquellos esclavistas solo estaban aprendiéndolo.
-        El capitán no está aquí ahora mismo –dijo Tintero al mensajero–. Ha ido a ver a la Niña General.
El jinete señaló hacia el sol.
-        El mando de Lady Malazza terminó al salir el sol. Seguid las instrucciones de Lord Gorzhak
-        ¿Atacar los barcos del calamar, queréis decir? ¿Los que están ahí fuera en el agua? –el tesorero frunció el ceño– Yo no veo cómo, pero en cuando regrese Ben el Moreno le diré lo que desea vuestro Gorzhak.
-        Os he dado una orden. La seguiréis ahora.
-        Seguimos las órdenes de nuestro capitán –dijo Tintero con su habitual tono afable–. Él no está aquí. Ya os lo he dicho.
El mensajero había perdido la paciencia. Tyrion podía verlo.
-        Os habéis unido a la batalla. Vuestro comandante debería estar con vosotros.
-        Quizás, pero no lo está. La Niña mandó a buscarlo. Y él se fue.
El mensajero enrojeció.
-        ¡Debéis cumplir vuestras órdenes!
Snatch escupió un taco de hojamarga bien mascada por el lado izquierdo de su boca.
-        Perdonad –le dijo al jinete yunkio–, pero aquí somos todos de caballería, al igual que mi señor. Un caballo de guerra bien entrenado cargaría contra un muro de lanzas. Algunos saltarían sobre una zanja en llamas. Pero yo jamás he visto un caballo que pudiera cabalgar sobre el agua.
-        De los barcos están desembarcando hombres –gritó el noble menor yunkio–. Han bloqueado la boca del Skahazadham con una nave en llamas, y cada momento que pasáis aquí hablando otro centenar de espadas viene chapoteando por los bajíos. ¡Reunid a vuestros hombres y empujadlos de vuelta al mar! ¡De inmediato! ¡Gorzhak lo ordena!
-        ¿Cuál es Gorzhak? –preguntó Kem–. ¿Es el Conejo?
-        Cara de Flan –dijo Tintero–. El Conejo no es tan tonto como para enviar caballería ligera contra barcoluengos.
El jinete ya había oído suficiente.
-        Informaré a Gorzhak zo Eraz de que os negáis a cumplir sus órdenes –dijo fríamente. Luego hizo dar la vuelta a su caballo dorado y regresó galopando por donde había venido, perseguido por un vendaval de risas de los mercenarios.
Tintero fue el primero en dejar morir a su sonrisa.
-        Ya basta –dijo, repentinamente solemne–. Volved a lo vuestro. Ensillad esos caballos. Quiero a cada uno de vosotros listo para cabalgar cuando Ben vuelva aquí con verdaderas órdenes. Y apagad ese fuego de cocina. Podréis desayunar cuando la lucha haya terminado, si es que vivís hasta entonces –su mirada cayó sobre Tyrion– ¿Por qué sonríes? Pareces un poco tonto en esa armadura, Mediohombre.
-        Mejor parecer un tonto que serlo –respondió el enano–. Estamos en el bando perdedor.
-        El Mediohombre está en lo cierto –dijo Jorah Mormont–. No querremos estar luchando para los esclavistas cuando Daenerys regrese… y lo hará, no os equivoquéis. Atacad ahora con dureza y la reina no lo olvidará. Encontrad a sus rehenes y liberadlos. Y yo juraré por el honor de mi casa y de mi hogar que ése fue el plan de Ben el Moreno desde el principio.
Afuera, en las aguas de la Bahía de los Esclavos, otra de las galeras de Quarth estalló en llamas. Tyrion pudo oír elefantes bramando al este. Los brazos de las seis hermanas se alzaron y cayeron, lanzando cadáveres. Escudos chocaron contra escudos cuando dos muros de lanzas se unieron bajo las murallas de Meereen. Los dragones revoloteaban en lo alto mientras sus sombras corrían sobre rostros vueltos hacia arriba, tanto de amigos como de enemigos.
Tintero levantó las manos.
-        Yo llevo los libros, guardo nuestro oro, redacto nuestros acuerdos, recaudo nuestras pagas, me aseguro de que tengamos suficientes monedas para comprar provisiones. No decido contra quién luchamos ni cuándo. Eso debe decirlo Ben el Moreno. Planteádselo a él cuando regrese.
Para cuando Plumm y sus acompañantes volvieron galopando del campamento de la Niña General, el dragón blanco ya había volado de vuelta a su guarida sobre Meereen. El verde aún merodeaba, elevándose en amplios círculos sobre la ciudad y la bahía con sus grandes alas verdes.
Ben Plumm el Moreno vestía armadura y cota de malla sobre cuero endurecido. La capa de seda que caía de sus hombros era su única concesión a la vanidad; se ondulaba cuando él se movía y el color cambiaba de violeta pálido a púrpura oscuro. Desmontó de su caballo y se lo pasó a un mozo de cuadra. Luego le dijo a Snatch que convocara a sus capitanes.
-        Diles que se den prisa –añadió Kasporio el Astuto.
Tyion ni siquiera era sargento, pero sus partidas de cyvasse lo habían convertido en alguien familiar en la tienda de Ben el Moreno y nadie intentó detenerlo cuando entró con los demás. Además de Kasporio y Tintero, Uhlan y Bokkoko estaban entre los convocados. El enano se sorprendió de ver también allí a Ser Jorah Mormont.
-        Se nos ordena defender a la Hermana Malvada –les informó Ben el Moreno. Los demás hombres intercambiaron miradas inquietas. Nadie parecía querer hablar hasta que Ser Jorah preguntó:
-        ¿Por autoridad de quién?
-        De la Niña. Ser Abuelo se dirige hacia el Harridan, pero ella teme que luego pueda dirigirse hacia la Hermana Malvada. El Fantasma ya ha caído. Los libertos de Marselen quebraron a las Lanzas Largas como a una vara podrida y la derribaron con cadenas. La niña se figura que Selmy tiene intención de derribar todos los trabuquetes.
-        Es lo que yo haría en su lugar –dijo Ser Jorah–. Solo que yo lo habría hecho antes.
-        ¿Por qué sigue la Niña dando órdenes? –Tintero sonaba perplejo– El alba ya ha llegado y se ha ido. ¿No puede ella ver el sol? Se comporta como si aún siguiera siendo la comandante suprema.
-        Si fuerais ella y supierais que Cara de Flan está a punto de asumir el mando, quizá también seguiríais dando órdenes –dijo Mormont.
-        La una no es mejor que el otro –insistió Kasporio.
-        Cierto –dijo Tyrion –, pero Malazza tiene mejores tetas.
-        A la Hermana Perversa se la conserva con ballestas –dijo Tintero–. Escorpiones. Mangoneles. Eso es lo que se necesita. No se emplea a hombres a caballo para defender una posición fija. ¿Pretende la niña que desmontemos? Si es así, ¿por qué no usa a sus lanceros y honderos?
Ken metió su pálida y rubia cabeza dentro de la tienda.
-        Lamento molestar, mis señores, pero ha venido otro jinete. Dice que tiene nuevas órdenes del comandante supremo.
Ben el Moreno miró hacia Tyrion y luego se encogió de hombros.
-        Haz que entre.
-        ¿Aquí? –preguntó Kem, confuso.
-        Aquí es donde parezco estar –dijo Plumm con un deje de irritación–. Si va a otro sitio, no me encontrará.
Ken salió. Cuando regresó, mantuvo abierta la solapa de la tienda para un noble yunkio con una capa de seda amarilla y pantalones a juego. El cabello graso y oscuro del hombre había sido torturado, retorcido y lacado para hacer que pareciera que un centenar de pequeñas rosas brotaban de su cabeza. En su peto había una escena de tan deliciosa depravación que Tyrion percibió a un espíritu afín al suyo.
-        Los Inmaculados avanzan hacia la Hija de la Harpía –anunció el mensajero –. Se enfrentan a Barbasangre y a dos legiones de ghiscarios. Mientras ellos mantienen la posición, vos debéis rodear a los eunucos y atacarlos por la retaguardia sin dejar a ninguno. Esto es por orden del más noble y poderoso Morghar zo Zherzyn, comandante supremo de los yunkios.
-        ¿Morghar? –Kasporio frunció el ceño– No, Gorzhak está al mando.
-        Gorzhak zo Eraz yace muerto, caído por una traición de los pénticos. El noble Morghar jura que el cambiacapas que se hace llamar Príncipe Desharrapado morirá entre alaridos por esta infamia.
Ben el Moreno se rascó la barba.
-        Los Hijos del Viento han cambiado de bando, ¿verdad? –dijo, con un tono de ligero interés.
Tyrion rió alegremente.
-        Y hemos cambiado a Cara de Flan por el Conquistador Borracho. Es un milagro que fuera capaz de salir gateando de la jarra el tiempo suficiente para dar una orden medio sensata.
El yunkio miró ferozmente al enano.
-        Contened vuestra lengua, pequeño piojoso… –su réplica se marchitó–. Este insolente enano es un esclavo fugado –declaró, sorprendido–. Es propiedad del noble Yezzan zo Qaggaz, sagrada sea su memoria.
-        Os equivocáis. Él es mi hermano de armas. Un hombre libre y un Segundo Hijo. Los esclavos de Yezzan llevan collares dorados –Ben el Moreno sonrió con su más afable sonrisa–. Collares dorados con campanillas. ¿Vos oís campanas? Yo no las oigo.
-        Los collares pueden quitarse. Exijo que el enano sea entregado para que se le castigue de inmediato.
-        Eso parece muy severo. Jorah, ¿qué opináis?
-        Esto.
Mormont tenía su espada larga en la mano. Mientras el jinete se volvía, Ser Jorah se la clavó en la garganta, La punta salió por la nuca del yunkio, roja y húmeda. La sangre burbujeó en sus labios y cayó por su barbilla. El hombre dio dos pasos tambaleantes y cayó sobre el tablero de cyvasse, esparciendo los ejércitos de madera por todas partes. Tembló algunas veces más, aferrando la espada de Mormont con una mano mientras la otra arañaba febrilmente la mesa volcada. Solo entonces pareció el de yunkio darse cuenta de que estaba muerto. Yació boca abajo sobre la alfombra en una mezcolanza de sangre roja y de aceitosas rosas negras. Ser Jorah arrancó su espada del cuello del muerto. La sangre corrió por las hendiduras de la hoja.
El dragón blanco del cyvasse acabó a los pies de Tyrion. Él lo recogió de la alfombra y lo limpió con su manga, pero algo de sangre yunkia se había acumulado en los finos surcos de su tallado, de modo que la pálida madera parecía tener vetas rojas.
-        Salve a nuestra amada reina Daenerys. <<Esté viva o muerta.>> –lanzó el dragón ensangrentado al aire, lo atrapó y sonrió.
-        Siempre hemos sido hombres de la reina –anunció Ben Plumm el Moreno–. Volver a unirnos a los yunkios fue solo un ardid.
-        Y qué ardid tan astuto ha sido –Tyrion le dio al muerto un empujón con su bota–. Si ese peto es de mi talla, lo quiero.